María Elena Walsh

María Elena Walsh, una artista completa

María Elena Walsh, poeta, traductora, libretista, compositora, cantante y actriz, se constituye en la década del 60 como primera escritora argentina moderna con destinatario infantil. En el marco mayor del polisistema literario y cultural argentino de la segunda mitad del siglo XX su revolucionaria idea del juego con el lenguaje y del humor con intención liberadora, consolida un nuevo pacto ficcional dentro de la literatura infantil argentina. Octavio Paz sostiene que el mundo es una superposición de textos: traducciones de traducciones de traducciones. Cada texto es único y simultáneamente es la traducción de otro texto. La trasmisión y la intermediación culturales comportan siempre un proceso de traducción que lleva a continuas modificaciones del objeto. En ese proceso es relevante la interpretación; el aspecto hermenéutico, en el que el traductor es intérprete.  Es que, la traducción propiamente dicha es una interpretación, incorporación u ordenación del pensamiento a la propia visión del mundo, al propio contexto y a la propia praxis. En la elaboración poética de María Elena Walsh se pueden distinguir procesos que van conformando distintos niveles de traducción: en un primer nivel, con los elementos del código que le proporciona el lenguaje y la cultura se reconcilia, cuando reside en Paris, con su propio mundo de infancia. Interpreta las nursery rhymes tal como las internalizó desde niña, sumando la lectura de autores prestigiosos de literatura para chicos ingleses (Carroll y Lear) y franceses (Robert Desnos), ya que el traductor es, en primer término, lector. En un segundo nivel, como intérprete toma contacto con melodías y canciones de variadas fuentes folklóricas latinoamericanas y españolas. Su amistad con la antropóloga y folkloróloga tucumana Leda Valladares le posibilita conocer los ritmos tradicionales de Argentina y recopilar la poesía tradicional del noroeste argentino. En un tercer nivel, actúa como mediadora. MEW reescribe, reformula y transmuta la tradición tanto inglesa como española. En esa producción aparecen las marcas de esa tradición folklórica: la voz coloquial, el humor y el disparate como materia prima de sus textos. Podemos encontrar un cuarto nivel, como productora, donde inscribe sus traducciones en el polisistema receptor de la cultura argentina destinada a chicos y grandes. Su obra se realiza y actualiza en el encuentro con la subjetividad del lector cobrando una eficacia particular en la recepción. Por último encontramos un quinto nivel, como renovadora. Su poética instaura un antes y un después en la literatura para chicos, por las renovaciones retóricas, temáticas, pragmáticas e ideológicas dentro del polisistema meta. Sus textos crean un nuevo destinatario infantil apto para disfrutar de la función poética del lenguaje, competente para descubrir el juego de la polisemia. Siempre mantuvo la defensa de los valores humanos, del feminismo y la no violencia, a través de su literatura, de las comedias infantiles, en sus canciones para adultos y en los artículos periodísticos que escribió para los principales medios del país, en tiempos difíciles de la Argentina, cuando existía la censura en todos los medios de prensa, debido a recurrentes gobiernos militares. MEW eligió el sentido del humor como un arma para proteger a los “locos bajitos” de la rigidez cultural imperante y señalar estereotipos culturales en un contexto donde la risa fue la mejor manera de tomar distancia crítica de situaciones asfixiantes. Los versos de la vaca de Humahuaca que se instaló en la escuela mientras “los chicos tiraban tizas y se morían de risa” resultaron revolucionarios en su momento por la inclusión del humor y la transgresión de las normas disciplinarias. El revisionismo de MEW excluye las clásicas reinas malas, los príncipes galantes y las princesas bobas. Su introducción del lenguaje oral en los textos fue muy discutida. Esta característica que hoy encontramos normal, le costó a la autora años de críticas o de indiferencia. Los libros de Walsh entraron a la escuela de la mano de los chicos y más tarde fueron reconocidos por la institución escolar. Su juego con las palabras, el aparente desorden semántico que divierte, tiene una profunda coherencia con su postura a favor de la libertad y de la imaginación creadora, porque propone otros órdenes posibles para crear distintas alternativas de pensamiento y ampliar el horizonte cultural de grandes y chicos. Alicia Origgi
%d