Cuentopos de Gulubú
«Los cuentos que se cuentan en Gulubú se llaman cuentopos. – Muy bien contestarán ustedes -, ¿pero qué diablos quiere decir Gulubú? Muy sencillo: Gulubú es un bosque donde los cuentos se llaman cuentopos.” [1] Con este diálogo del más hilarante sinsentido, desde la solapa de la primera edición de Cuentopos de Gulubú, se abre el territorio de la imaginación donde se despliegan dieciséis cuentos inolvidables. Antes de que Gianni Rodari publique Gramática de la fantasía [2], donde dedica más de un capítulo a la creación de nuevos vocablos mediante la unión de dos palabras a la que denomina «binomio fantástico«, María Elena nos sorprende en sus Cuentopos con la creación de muchas nuevas palabras como los «gatolines» y «los gatiperros» [3], el «Cochezapato«, el «Gatopato» y la «Plapla«.Jugar con las Palabras
En los cuentos de María Elena se emplea una concepción de lenguaje como juego que consolida una nueva poética dentro de la literatura infantil argentina. Reproduce el vocabulario de un chico que recién incorpora la lengua y donde las palabras le nacen «pegadas a las cosas» [4]. «_Sí, quiero que me quieras, dijo el Gatopato, siempre que tú quieras que yo quiera que me quieras, Princesa. _ Yo sí quiero que quieras que yo te quiera, respondió la princesa.» [5] Incluye el idioma de juego infantil denominado «jerigonza” que consiste en agregar después de cada sílaba una sílaba nueva con la consonante «p», imitando a un juego de chicos común para la época. Procedimiento que ya había sido usado por José S. Tallon en la poesía infantil argentina. [6] Los juegos de palabras, las onomatopeyas y la creación de nuevas palabras muestran un estilo que define la originalidad de Walsh. En medio de la página del cuaderno de Felipito Tacatún, aparece una «Plapla cantante y patinadora», una letra que debe esconderse para que «nadie se entere» de su existencia, porque ella no figura en el abecedario. Se introducen breves rimas donde se indica el ritmo en que deben ser entonadas. Como «Yo tengo una verruga», que sigue la melodía de «Yo no soy buena moza», una poesía de origen folklórico usada en los juegos infantiles. La mayoría de los cuentos finalizan con un verso pareado.Ideas feministas en los cuentos de María Elena
En la década de los ’60 se empieza el debate de las ideas feministas en Argentina como en el resto del mundo. Los cuentos de Walsh no están exentos del revisionismo sobre los roles de género. En “Historia de una princesa, su papá y el Príncipe Kinoto Fukasuka” Walsh revisa y critica con humor los estereotipos de las princesas tontas y los príncipes galantes de los cuentos de hadas tradicionales. El cuento mantiene un esquema clásico con final feliz, pero el disparate trabaja la materia prima de la lengua y desestructura la historia, que se transforma en una parodia de los cuentos de hadas. La acción se ubica “hace como dos mil años, tres meses y media hora.” La princesa obediente pasa sus días en el “jardín papando moscas” y habla en “jerigonza” simulando ser idioma japonés: “Nopo puedopo, contestó la Princesa en japonés” [7]. Su papá, el Emperador, es un personaje siempre ridículo “con voz de trueno y ojos de relámpago” que usaba tres pares de anteojos. La protagonista no cuestiona la ideología del padre que opina que las princesas deben estar quietas. El príncipe Fukasuka es el que la convence de desobedecer, apareciéndose bajo la forma de una mariposa, como en los cuentos tradicionales, donde no nos sorprenden las transformaciones de humanos en animales o viceversa. La princesa sale de la inmovilidad indicada por el protocolo, para ir a jugar, correr y bailar por el jardín, desafiando los mandatos paternos. El final es feliz y la princesa se casa después de que el príncipe logra vencer en combate a los enviados del padre. Pero este combate es ridiculizado, ya que sus adversarios eran las tías, que “se escondieron aterradas debajo de la alfombra”, los lustrabotas, que “escaparon por una ventana”, y los vigilantes, “que se treparon a la lámpara”. Se evita la violencia en un cuento destinado a los más pequeños.El humor de MEW
En el cuento del Gatopato que dice “cuac” y “miau” indistintamente, según el día de la semana, la princesa señala: “Yo sí que quiero que quieras que yo te quiera”. Aquí el lenguaje disparatado es la materia prima con que se trabaja el tema de la discriminación del diferente. La inversión humorística de los cuentos tradicionales se plantea en «El enanito y las siete Blancanieves», donde el dueño del bosque de Gulubú, señor enanito Carozo es el profesor de música de las hijas del jardinero Nieves. La inversión y la hipérbole son recursos para producir humor, como el del pescador pescado por el Delfín Domador, que “volvió a su playa en una carroza tirada por 25.000 tiburones”La rima en los cuentos de María Elena
Es el libro donde la prosa y la poesía están más entrelazadas; desde los títulos y desde los textos de los cuentos se busca la musicalidad que brindan las rimas sencillas. Rimas hechas a semejanza del lenguaje infantil: «peces pekineses», «langostinos finos», «camarones cimarrones». O como en el caso del elefantito que tenía mocasines de aluminio que hacían «clin clan chin chan plin plan por la calle», la onomatopeya marca el ritmo de la prosa, transformándola en prosa poética. El folklore literario infantil brinda a quien lo estudia una fuente inagotable de recursos rítmicos y conceptuales que trabajan el disparate y el humor. María Elena conoce las fuentes argentinas, españolas e inglesas de poesía oral, no sólo las dedicadas a los niños. Afirma: «Muchas veces me han formulado preguntas acerca del «disparate» como si el disparate fuera una novedad. El juego silábico sin sentido que en español llamamos jitanjáfora, es viejo de toda vejez.» [8] .La tradición y el folklore
El tema del árbol mágico, que encontramos en «El árbol de guitarritas» de Tutú Marambá reaparece en el cuento «Capítulo CXXVIII» incluido en Cuentopos de Gulubú. [9] El cuento de la Sombrera que está narrado en el estilo de un cuento folklórico, con final feliz y moraleja incluida, retoma un tema de larga tradición. Este árbol puede relacionarse con el del Paraíso, hecho para satisfacer todas las necesidades, antes de que entrase el pecado en el mundo. También el tema del árbol que florece objetos, puede vincularse con el remoto país de Jauja. Lugar simbólico famoso en el imaginario medieval europeo [10], en donde la comida aparece preparada al alcance de la mano y el hombre obtiene todo de la naturaleza sin esfuerzo [11]. En su libro Versos tradicionales para Cebollitas Walsh elige: «La ciudad de Jauja» y presenta el poema que da origen al tema del cuento de la Sombrera que dice en uno de los versos: Los árboles dan levitas, Pantalones y botitas. (VTC 50) MEW coloca en el bosque de Gulubú un árbol que da sombreros y provoca la codicia de un tal señor Platini, que lo roba para comercializar los sombreros. Pero finalmente el Viento hace justicia y los vecinos recuperan el árbol. En «La luna y la vaca» reelabora una leyenda folklórica, que explica las fases de la luna. También es folklórico el tema del «Domingo siete», que cierra el libro Cuentopos…»con un firulete».Originalidad indiscutible en los cuentos de Maria Elena
La obra de Walsh es original por sus innovaciones retóricas, temáticas e ideológicas, que abrieron un nuevo ciclo dentro del ámbito de obras con destinatario infantil en nuestro país. Su actitud ante el folklore y la música popular nacionales superó el mero intento de investigación y preservación de formas expresivas. Pues esas formas fueron incorporadas a su poética como elementos activos y modernos, despojados de toda intención «pintoresquista». Exploró con éxito diversas formas de expresión como la canción y el teatro. Se interesó particularmente en penetrar otros canales de comunicación como el cine y la televisión. Convirtiéndola en uno de los pocos intelectuales de su época que encaró con decisión y lucidez la tarea de intentar una reubicación del escritor respecto de los medios masivos. [1] WALSH, María Elena: Cuentopos de Gulubú, Bs.As., Luis Fariña, editor, 1966, solapa de tapa. [2] RODARI, Gianni, Gramática de la Fantasía, Introducción al arte de inventar historias, Ediciones Comamex, Reforma de la Escuela, México, 1973. Rodari propone la creación de nuevas palabras mediante el agregado de prefijos a los sustantivos comunes, como por ejemplo: «archiperro» y «trigato». A este método lo denomina Prefijo Arbitrario (Capítulo 8, página 38 de esta edición) [3] WALSH, María Elena: Cuentopos de Gulubú, Buenos Aires., Penguin Random House, 2019 p.5. [4] MONTES, Graciela: El corral de la infancia, Buenos Aires, Libros del Quirquincho, 1990. [5] WALSH, María Elena: Cuentopos de Gulubú, Buenos Aires Penguin Random House, 2019 p.41 [6] TALLON, José Sebastián: El poema RAPA TONPO CIPI TOPO, canción en jerigonza, se publicó en 1927 en el libro de poemas para niños: Las torres de Nüremberg [7] WALSH, María Elena: Cuentopos de Gulubú, Buenos Aires Penguin Random House, 2019 p.16. [8] WALSH, María Elena: Viajes y homenajes, Buenos Aires, Biblioteca de Bolsillo, p.76 [9] WALSH, María Elena: Cuentopos de Gulubú, Bs.As., Penguin Random House, 2019 p. 31 [10] Ver el cuadro de Pieter Bruegel (el viejo) titulado.: «El país de Jauja», de 1567 [11] WALSH, María Elena: «La ciudad de Jauja», en: Versos Tradicionales para Cebollitas, Bs.As., AlfaWalsh, 2015.
Gracias Alicia por tu análisis sentido y profundo de la obra de María Elena. Mi mamá era una especialista en «jeringonza» aunque le decía «jeringoso» y hacía alarde cuando con el placer de saberse jugando, encadenaba frases a una velocidad insuperable.
De tus trabajos se desprende que hay mucho aún para seguir aprendiendo de los textos de nuestra querida artista y, sobre todo, distintos modos de abordarlos, con la reparadora alegría de cosechar a través de ellos, hondos niveles de humanidad.
Un abrazo,
Germán
Muchas gracias Germán por tu lectura atenta y cuidadosa.
Coincido contigo en que MEW ha sido una gran humanista, lo supo plasmar en sus textos y por eso ha perdurado en el imaginario colectivo de los argentinos. Se adelantó a muchos temas que parecen ser nuevos actualmente, como la defensa de la mujer y por supuesto, la jerarquización de los «locos bajitos», como diría el reciente Premio Príncipe de Asturias, otro gran humanista de nuestra lengua: Joan Manuel Serrat.