DEL FUEGO DEL HOGAR A LAS PANTALLAS

por Cecilia Repetti, 21 de agosto de 2025

Los cuentos de hadas forman parte del acervo cultural de la infancia desde tiempos remotos. Han viajado de la oralidad a la escritura, de allí al cine, la televisión y las plataformas digitales, manteniéndose siempre vivos en la memoria colectiva. Como recuerda Alicia Origgi en su capítulo “¿Por qué leer cuentos de hadas en la escuela?” de Mundo Grimm, recuperarlos en el aula no implica mirar al pasado, sino reconocer que siguen siendo una fuente viva de sentido y disfrute por la fuerza con que siguen alimentando la imaginación infantil. En sus palabras:

“Los cuentos de hadas, relatos de tradición oral o relatos maravillosos, constituyen un valioso patrimonio literario para la infancia en los primeros años de escolaridad. Así es posible observar que, incluso antes del aprendizaje lector, los pequeños ya poseen una cultura literaria que incluye cuentos de desarrollo lineal, estructura elemental y rápido desenlace. Esta cultura se alimenta no solo a través del contacto con textos literarios, sino también, como ya es cada vez más habitual, a partir de la interacción con los medios de comunicación masiva, como el cine, las animaciones digitales y la televisión”. 

Es así que en el ámbito escolar, muchas veces se los percibe como textos demasiado familiares y, hasta poco estimulantes. A ello se suma la sospecha sobre su valor literario, debilitado por la proliferación de adaptaciones que circulan que muchas veces los vuelven triviales o ideológicamente cuestionables según las épocas. Y si vamos a los datos puede ser apabullante: se considera que Cenicienta posee más de 500 variantes en Europa, según los registros recopilados por bibliotecarios y especialistas en folclore, documentados por Mary Northrup (2000). En cambio, el relato más reinterpretado simbólicamente y con mayor diversidad de registros es Caperucita Roja, como demuestra Jack Zipes en The Trials and Tribulations of Little Red Riding Hood (1983/1993).

Sobrevolemos los orígenes de la cultura escrita

A lo largo de los siglos, distintos recopiladores se ocuparon de fijar en la escritura relatos que hasta entonces habían circulado en la oralidad. Giambattista Basile, con su Pentamerón (1634-1636), fue el primero en dar forma literaria a numerosos cuentos de hadas. Charles Perrault, en Historias o cuentos de tiempos pasados (1697), dotó a estos relatos de un sesgo moralizante y cortesano que los acercó al público burgués y aristocrático. Madame d’Aulnoy, por su parte, acuñó el término conte de fées y abrió camino a la moda de los salones literarios franceses. En el siglo XIX, Hans Christian Andersen aportó su voz como autor, mientras que los hermanos Grimm, con sus Cuentos para la infancia y el hogar (1812), marcaron un punto de inflexión al sistematizar rigor filológico y nacionalista.

Desde su propio contexto, cada recopilador supo rescatar las voces de la tradición y darles forma literaria. Como recuerda Origgi, estos autores no solo transcribían: al mismo tiempo fijaban y transformaban relatos que habían circulado de boca en boca durante generaciones. Su tarea fue, a la vez, preservación y recreación. Al trasladar a la letra impresa lo que durante siglos había sido oral, inauguraron una nueva etapa en la transmisión cultural. Con la expansión de la imprenta a vapor en el siglo XIX, los cuentos pasaron a publicarse en ediciones cada vez más numerosas y accesibles, consolidándose como literatura destinada a la infancia y alcanzando una circulación masiva.

La traducción audiovisual

Hagamos otro salto casi por capricho para esta presentación, no pretendo ser rigurosa históricamente. En el siglo XX, Walt Disney transformó estos relatos en películas de animación, integrándolos al imaginario audiovisual de millones de espectadores. Con luces y sombras, esta traducción aseguró la permanencia de los cuentos en la cultura contemporánea, aunque al mismo tiempo suavizó sus aristas más complejas. Y tuvo muchos detractores por este acto edulcorante, sin embargo, tomemos un ejemplo.

A lo largo de los siglos, Blancanieves ha conocido múltiples versiones y adaptaciones. Solo por citar un ejemplo dentro del cuento, la imagen de los enanitos remite a un trasfondo histórico: en las minas de los siglos XVI al XVIII era común emplear a niños y adolescentes por su pequeño tamaño, lo que les permitía adentrarse en las galerías más estrechas. Las condiciones inhumanas de trabajo, sumadas a la desnutrición y a diversas enfermedades, producían deformidades y problemas de crecimiento, conformando así una fuerza laboral de adultos de baja estatura. Este trasfondo nutrió el imaginario de los “enanitos” y su número —siete, como los pecados capitales—, que pasó de la tradición oral a la versión literaria fijada por los Hermanos Grimm en 1812 bajo el título “Blancanieves” (Schneewittchen) en Cuentos para la infancia y el hogar.

Un siglo después, en 1937, Walt Disney estrenó Blancanieves y los siete enanitos, Snow White and the Seven Dwarfs, el primer largometraje animado sonoro y en color de la historia del cine. El film suavizó la violencia del relato original, dotó de rasgos entrañables a los enanitos, les puso nombres y definió sus personalidades. La caracterización de los enanitos fue clave en el éxito de la película: aportaron humor, ternura y musicalidad como contraparte del equilibrio frente al dramatismo de Blancanieves y la Reina. El estreno de la película inauguró una nueva era: fue un proyecto arriesgado, bautizado por muchos como “la locura de Disney”, que sin embargo se convirtió en un éxito inmediato. Inauguró el género de los clásicos animados de Disney y demostró que los cuentos de hadas podían traducirse al cine con un alcance verdaderamente masivo.

Desde entonces, la historia ha sido objeto de múltiples reelaboraciones teatrales, cinematográficas y digitales, mostrando la perdurable vitalidad y capacidad de reinvención de este relato.

Narrativas transmedia y el retorno al origen

Hoy hablamos de narrativa transmedia, concepto acuñado por el investigador y teórico de los medios Henry Jenkins, en su libro Convergence Culture: La cultura de la convergencia de los medios de comunicación (2006). Esta narrativa es entendida como un proceso donde los elementos de un relato se dispersan estratégicamente a través de múltiples plataformas mediáticas para crear una experiencia unificada y coordinada y que encuentra que en los cuentos de hadas tradicionales una materia prima primordial. Autores como García Rivera y Bravo Gaviro (2019) sostienen en su artículo “Narrativa transmedia y textos tradicionales para la educación literaria” que esta expansión supone un “retorno al origen”: si en la oralidad los relatos eran múltiples, colectivos y cambiantes, tras el paréntesis de la imprenta de 500 años de cultura escrita fija y estable en que el viaje era de ida, es decir, del autor al lector, hoy lo digital devuelve esa condición de apertura e inestabilidad.

Y las narrativas transmedia como las sagas literarias y cinematográficas hasta los fanfiction y los videojuegos vuelven a abrir, multiplicar y transformar estos relatos. Basta citar a Marisa Meyer con su saga “Crónicas Lunares”, ambientado en une época futurista se inspira en cuentos de hadas como Cenicienta (Cinder), Caperucita Roja (Scarlet), Rapunzel (Cress) y la Reina de las Nieves (Winter). Uno de éxitos de ventas a nivel mundial que merece estar en el ránking de la literatura juvenil comercial.

Y para cerrar el círculo, podemos citar al Castillo de Cenicienta, emblema de Magic Kingdom, que marca la entrada a Fantasyland: una sección del parque dedicada a recrear los universos de películas clásicas como La Bella Durmiente, La Sirenita o La Bella y la Bestia. Allí también se encuentra la famosa montaña rusa Seven Dwarfs Mine Train o Tren de la Mina de los Siete Enanitos, inaugurada en 2014, que combina la adrenalina de una atracción familiar con la narración inmersiva: los visitantes recorren la mina de los siete enanitos, mientras animatrónicos de última generación cantan Heigh-Ho y pican piedras que esconden diamantes (una montaña rusa que siempre amé cuando fui a Disney dos veces). Es un ejemplo claro de cómo el relato de Blancanieves —fijado en la literatura por los Grimm y popularizado por Disney en 1937— se proyecta al siglo XXI como experiencia sensorial, integrando cine, música, escenografía y juego en una verdadera expansión transmedia.

Conclusión

Los cuentos de hadas no son piezas de museo: siguen vivos porque siempre se han reelaborado, de la oralidad a la escritura, del cine a lo digital. Y las niñas, niños o jóvenes los conocen, sea la fuente que sea. Recuperarlos en la escuela hoy significa abrir la puerta a una tradición que nunca dejó de transformarse, y que aún tiene mucho que decirnos sobre nuestra vida, nuestra cultura y nuestros sueños.

Y si bien los Grimm son un punto de inflexión, pero no un final, cito a Alicia Origgi: “Es indispensable revalorizar el género y devolvérselo a sus lectores, para que puedan conocerlo mediante el acercamiento con el texto literario, más allá del tratamiento de la industria del entretenimiento. Se trata de una excelente oportunidad para poner en tensión aquellas representaciones sociales e interpelar los textos, favoreciendo con ello la competencia literaria de nuestros alumnos”.

Gracias, Alicia, Gracias, Betina por convocarme como editora.


CODA

15 de octubre de 2025

Alicia Origgi me pidió citar este artículo, elaborado exclusivamente para la presentación del libro Mundo Grimm, allá por agosto de este año. 

Pero esta reflexión no estaría completa sin contar que la sincronicidad se hizo presente durante aquel encuentro, como si el propio relato quisiera mostrarse mientras lo narrábamos.

Entre amigos, especialistas y conocidos, Alicia asistió acompañada por su familia: sus hijas y sus nietas, de cuatro y seis años. Una de ellas vestía de Cenicienta, la otra lucía el inconfundible traje de Blancanieves, con la falda amarilla y el corpiño azul. Ambas llevaban los vestidos icónicos de las princesas Disney. ¿Cómo no asociar, en ese instante, esos colores con las imágenes de aquel film que marcó el inicio del imaginario animado?

Esa escena, tan espontánea como elocuente, fue la mejor ilustración de lo que la narrativa transmedia ha logrado: los relatos que nacieron en la tradición oral y pasaron por la letra impresa hoy se expanden en nuevas materialidades —el cine, la animación, el juego, el cuerpo mismo de la infancia—.

Quizás, como dijimos al final, solo falta volver a sus lecturas originales, a esa primera voz que los narró junto al fuego.

Cecilia Repetti


Bibliografía 

Andersen, Hans Christian. Cuentos completos. Madrid: Alianza Editorial.

Basile, Giambattista. El cuento de los cuentos (Pentamerón). Madrid: Siruela, 2012.

Bravo Gaviro, Ana, y García Rivera, Gloria. “Narrativa transmedia y textos tradicionales para la educación literaria”. Contextos: Revista de Educación 6 (2019). Recuperado de: https://publicaciones.unirioja.es/ojs/index.php/contextos/article/view/3388/3456

Grimm, Jacob y Wilhelm. Cuentos para la infancia y el hogar. Madrid: Alianza Editorial.

Jenkins, Henry. Convergence Culture: La cultura de la convergencia de los medios de comunicación. Barcelona: Paidós, 2008.

Northrup, Mary. “Multicultural Cinderella Stories”. Book Links 9, n.º 5 (mayo 2000). American Library Association. Disponible en: https://www.ala.org/aboutala/offices/publishing/booklist/booklinks/resources/multicultural

Origgi, Alicia. “¿Por qué leer cuentos de hadas en la escuela?”. En Mundo Grimm. Buenos Aires: Editorial Nazhira, 2024.

Perrault, Charles. Cuentos de mamá ganso. Madrid: Alianza Editorial.

Piscitelli, Alejandro. Nativos digitales. Dieta cognitiva, inteligencia colectiva y arquitecturas de la participación. Buenos Aires: Santillana, 2009.

Zipes, Jack. Los cuentos de hadas: De Perrault a Disney. México: Fondo de Cultura Económica, 2012.

Zipes, Jack. The Trials and Tribulations of Little Red Riding Hood. 2.ª ed. Nueva York: Routledge, 1993.

FanFiction.Net – Ranking de fandoms por número de relatos. Consulta: agosto de 2025.

Walt Disney World. “Seven Dwarfs Mine Train/ Tren de la Mina de los Siete Enanitos.” Magic Kingdom, Orlando. Disponible en: https://disneyworld.disney.go.com/.

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